Vivimos tan rápido que a veces pasamos por alto lo más básico: cómo nos sentimos.
El cuerpo habla todo el tiempo, pero entre el trabajo, las pantallas y las rutinas apuradas, aprendimos a silenciarlo.
Escucharlo no significa obsesionarse, sino prestar atención con amabilidad, como quien cuida algo valioso.
A veces el cuerpo avisa con pequeñas cosas:
un cansancio que no se va, digestiones pesadas, dolores de cabeza frecuentes o cambios en el sueño.
No siempre son señales de algo grave; muchas veces son su forma de decirnos “necesito un cambio”.
Podés empezar con algo simple:
detenete un momento cada día y preguntate cómo estás realmente.
¿Dormiste bien? ¿Tenés hambre o solo ganas de picar algo? ¿Tu cuerpo pide movimiento o descanso?
Responderte con sinceridad (y sin culpa) es el primer paso para cuidar mejor de vos.
Recordá: el bienestar no se trata de exigirse, sino de conocerse.
Escuchar tu cuerpo es un acto de respeto hacia vos mismo.