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El tabú de la depresión en los hombres: aprender a detectarla

La depresión no discrimina: atraviesa a mujeres y hombres de todas las edades. Sin embargo, cuando se trata de varones, muchas veces queda oculta detrás de un silencio cultural. El mandato de “ser fuerte”, de no mostrar debilidad, se convierte en una barrera invisible que retrasa la consulta y empeora el cuadro.

La masculinidad como trampa

A los hombres se les suele exigir éxito, productividad y control emocional. Llorar, sentirse perdido o admitir que no pueden con todo, se percibe como un fracaso. El resultado: la depresión en varones se manifiesta de manera menos reconocida. En lugar de tristeza evidente, puede aparecer como enojo constante, consumo de alcohol, aislamiento o una hiperexigencia que los va desgastando por dentro.

El costo de este modelo es alto: según la OMS, las tasas de suicidio en hombres son significativamente mayores que en mujeres. No es que sufran más, sino que piden ayuda menos. La cultura de la autosuficiencia se vuelve un riesgo de vida.

¿Cómo se expresa la depresión masculina?

Más allá de la irritabilidad o la apatía, hay síntomas que muchas veces se confunden con “rasgos de carácter” y no con un problema de salud:

  • Falta de interés por el trabajo, los vínculos o la sexualidad.
  • Conductas de escape: trabajar en exceso, consumo de sustancias o adicciones tecnológicas.
  • Dolores físicos sin explicación clínica clara.
  • Ideas de inutilidad, fracaso o pensamientos de muerte.

Reconocer estas señales no es etiquetar ni patologizar a los hombres, sino abrir una puerta para que puedan pedir ayuda sin sentir vergüenza.

El silencio como herencia cultural

El tabú no está solo en los consultorios, sino en las mesas familiares, en los grupos de amigos, en el fútbol del domingo. Cuántas veces un “¿cómo estás?” entre varones se responde con una broma, con evasión, o con un “todo bien” que tapa la angustia. La depresión, en ese contexto, se vuelve una enfermedad solitaria.

Hacia una nueva mirada

Cambiar esta realidad implica desarmar la idea de que la salud mental es un tema privado o femenino. Hablar de depresión masculina es hablar de derechos, de cuidado y de un modelo de masculinidad que ya no funciona. Pedir ayuda no debería ser visto como rendirse, sino como un acto de responsabilidad con uno mismo y con quienes rodean.

Qué podemos hacer

  • Normalizar la conversación: en la familia, en los trabajos, entre amigos.
  • Promover la consulta profesional: psicólogos y psiquiatras son aliados, no jueces.
  • Acompañar sin juzgar: escuchar, contener y evitar frases como “ponete las pilas” o “ya va a pasar”.
  • Visibilizar el problema: porque lo que no se nombra, no existe.

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